jueves, 25 de agosto de 2011

La intensidad de la señal. Por Alexandra Kram*


LA INTENSIDAD DE LA SEÑAL





Hace unos meses cuando decidí contarles a mis amigos que tenía una relación ‘on-line’ escuché no menos de una risilla descreída. Esta tarde, almorzando con una amiga a quien no veía desde hace un tiempo me dijo: “¿Sabes?, casi toda la gente que conozco tiene relaciones virtuales. Yo misma tuve que decidir hace dos semanas entre Manizales, Buenos Aires y Ciudad de México y me quedé con México; ella escribe muy bien, es mayor que yo, es amorosa”… y de ahí en adelante siguió enumerando la lista de cualidades que le habían llevado a engancharse on line.

Me contó también que su novia comparte piso con un chico y éste a su vez está en una ciberrelación con un joven de Brasil. No pude pensar en la fatalidad de los amores en el siglo XIX: sí o sí el amor tenía que encontrarse en alguien del pueblo. También pensé en que una suerte de snobismo cultural se esconde tras esa globalización afectiva: “Mi novia(a) es de Brasil, de Galápagos, de Wan Chun King”. A medida que la conversación avanzaba pude ver que mi amiga y yo tenemos distintas concepciones sobre lo virtual. Para ella todo marcha bien hasta que la contraparte propone un encuentro real: “por eso es virtual, no quiero otra cosa”… En mi caso, por muy placentera que resulte la ciberrelación, en algún momento llego al límite de megabytes en mi sistema y necesito piel. Quienes hemos estado en tales avatares preguntémonos: ¿Cuántas veces en medio de una escena íntima no hemos perdido la intensidad en la señal o incluso se nos ha caído la conexión? Claro que conocemos esta amarga sensación, que por supuesto, tiene estrechas similitudes semánticas con el mundo unplugged.

Antes el placer sexual con la pareja dependía de la intensidad o no de las citas, de las llamadas, de los encuentros, pero ahora entra en juego una más: la intensidad de la señal. De todas las intensidades debo aceptar que sólo esta última me resulta deseable. Lo formularé en término de ecuaciones:


1. Teorema A: si hay intensidad de comunicación + intensidad de señal = agotamiento garantizado en menos de tres meses.


2. Teorema A’: si hay intensidad de comunicación + intensidad de señal = la relación se mantiene y se fortalece (dos patologías se han encontrado y se complementan) pero los mundos laborales, académicos, espirituales y sociales suelen entrar en crisis. Este cuadro se manifiesta a través de las siguientes características: sujeto con ojeras, pérdida de peso, sueño permanente, a veces el sujeto huele un poco mal.


3. Teorema B: Si no hay intensidad de comunicación + hay intensidad de señal = posibilidad de cibersexo y buenas conversaciones.


4. Teorema B’: Si no hay intensidad de comunicación + hay intensidad de señal = posibilidad de que la atención del usuario(a) de internet haya sido capturada por otro miembro de la red.

5. Teorema C: Si no hay intensidad de comunicación + hay mala intensidad de señal = broke up.

Por otra parte, me preocupa el tema de las cualidades on-line y en general el tema del conocimiento del otro/la otra y el mío propio, pero no en términos ontológicos, ni socráticos, no no, eso lo esperamos de los sociólogos de la cultura. Mi pregunta es de revista de variedades: ¿Qué tipo de cualidades y defectos puedo llegar a conocer on line y con cuáles me doy a conocer? Mi sabia amiga con amplia experiencia cibernética me dice: “claro, uno se vende”.


Al menos en mi corta experiencia considero que no hay diferencia significativa entre el mostrarse en vivo y en directo o vía red: al principio sólo emergen los defectos de ‘urbanidad’: “perdóname llegué tarde, lo siento olvidé escribirte”… Diría que a partir del tercer mes, real y virtual se entremezclan tanto que empieza el destape (en todos los sentidos). Solo por citar un ejemplo, una noche estaba tan a gusto con mi novia que me levanté de la cama y me fui a apagar el ordenador porque hacía mucho ruido y lo apagué. Sólo en ese momento volví a recordar: “Ay! verdad que esto es virtual”, pero claro, hablando todas las noches vía skype, con las luces apagadas y perteneciendo a la generación del teléfono fijo con llamada en espera, cualquiera se confunde1.


Creo que bien sea on line o in presence todos(as) esperamos que la conexión mágica aparezca, que cuando eso ocurra la intensidad de la señal sea buena, sin agotar la velocidad de la red y logrando que la transferencia de archivos y la compatibilidad entre discos duros se logre. Los mitos de la utopía romántica no desaparecen en una ciberrelación, por eso, como en todas hay que estar alerta muy alerta a los troyanos… Es una pena decirlo pero en la vida desconectada no hay sistemas Mac.


[1] Para otras generaciones la confusión tecnológica existe, aunque a través de otros medios. Ejemplo: mi madre confunde teléfono fijo y móvil. Una día llamó alguien con quien tenía una cita y ella le dijo “voy llegando, voy llegando”, porque claramente olvidó que hablaba desde el fijo. O cuando me llama al fijo me dice: ¿Dónde estás?




*Historiadora y corresponsal en Colombia de La Luna sale a Tiempo Asociación


20101207

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