lunes, 2 de febrero de 2009

Ciudad Juárez, reflexión periodística



CIUDAD JUÁREZ, REFLEXIÓN PERIODÍSTICA


Este domingo 1 de marzo el periódico El País publicó un reportaje sobre Ciudad Juárez titulado “La muerte imparable”, del periodista Pablo Ordaz. Una nota más de las que va acumulando la prensa internacional, y que inevitablemente ya cataloga a esa ciudad como una de las más peligrosas de mundo.

Y es que lo que vive Ciudad Juárez desde hace años, como Culiacán y Tijuana, atraen a periodistas de medios electrónicos o impresos, que se desplazan desde cualquier punto del planeta para visitarlas y vivir de cerca la nota roja que diariamente generan.

Y no es para menos. Con el alto número de feminicidios registrados en Ciudad Juárez durante los últimos 15 años, y con la alta militarización acentuada en los recientes días, a raíz de la guerra que el gobierno mexicano sostiene contra el narcotráfico, las notas, las crónicas y los reportajes están a la orden del día para cualquier medio masivo, sobre todo para los internacionales que envían a sus corresponsales a recoger hechos, cuyas notas posteriores representan un extra económico para esos medios.

Suena impactante decirlo y reconocerlo, pero estos fenómenos atraen y despiertan una especie de “inspiración” en muchos periodistas, sobre todo aquellos que son apasionados de la nota roja y que aun a expensas de su propia seguridad se aventuran a ser testigos de los fuertes operativos policíacos que se realizan en ciudades de alta peligrosidad.

Y cómo no van a girar la mirada hacía nuestro país los medios internacionales, con el penoso saldo de 5 mil 300 muertes registradas durante 2008 y los pocos más de mil fallecidos que ya van en este 2009.

Si no, basta ver las excelentes y no menos lamentables crónicas que muchos reporteros escriben o transmiten a sus respectivos medios fuera de México, en las que no sólo hacen su labor periodística, sino hasta parece que le imprimen un toque literario al desarrollo de sus notas.

Prueba de esas crónicas es la que ha publicado El País, cuyo autor, Pablo Ordaz, describe el operativo de un fin de semana en Ciudad Juárez, donde su relato resalta más la miseria, el caos y la impunidad en la que vive una ciudad que pese a ser catalogada como “una de las más peligrosas”, también ha tenido un fuerte empuje comercial e industrial que ha contribuido al crecimiento del país.

Otro ejemplo de crónicas inspiradas son dos reportajes que en diciembre de 2008 el periodista español, Jon Sistiaga, realizó en México para el Canal Cuatro de España y que se transmitieron bajo el nombre de “Narcoméxico”.

En estas dos entregas, el periodista ofreció a los espectadores un impactante recorrido que hizo por prisiones mexicanas, por barrios donde se rinde culto a la Santa Muerte (patrona de los narcos), por sitios en los que se entierra a los grandes capos, proyectó la crónica de una balacera que vivió en directo en Culiacán, Sinaloa y habló sobre los secuestros. Una investigación con imágenes impresionantes.

Ante la mirada internacional

A través de este tipo de crónicas, verbales o escritas, no hay quien dude que nuestro país queda mal parado ante la mirada mundial, por la forma cómo se refleja la ola de violencia que azota a casi todo el territorio, en sus manifestaciones más sorprendentes y escalofriantes.

Y así lo constata Ordaz en los primeros párrafos de su crónica sobre Ciudad Juárez: “Ahora ya no tiene 14 años ni se llama Raúl. Sólo es el último muerto de esta ciudad maldita donde el único negocio que florece es el de las funerarias. Un tiro, dos, tres... Así hasta 25. Los perros ladrando. El padre de Raúl escuchando los disparos, bajando a la calle, descubriendo justo lo que el presentimiento le iba diciendo al oído. Su hijo de 14 años, estudiante de secundaria, desplomado entre la acera y un Ford Thunderbolt de color crema. Con la cabeza destrozada a balazos”.

Parece que estos reporteros internacionales se están encargando de descubrir ante los ojos del mundo un México que quizá ni los mismos mexicanos conocíamos, un México guerrero que a muchos de los que vivimos en el extranjero nos duele y nos lastima, y a otros les avergüenza.

Desgraciadamente no es para menos. La larga cadena de males que los mismos mexicanos permitimos que creciera durante tantos años, desde el incremento del narcotráfico, hasta la corrupción en las altas esferas políticas, la violación a los derechos humanos y sobre todo la impunidad, se la está cobrando con creces.

“Hay además datos muy claros de que el narcotráfico tiene voluntades compradas entre los policías, entre los jueces, entre los políticos, entre los periodistas”, menciona el reportaje en otro apartado.

Con textos como éste, cualquier lector externo a México pensará que todo policía, juez, político y hasta periodista es corrupto y está comprado por los narcos. Lejos de los acentos periodísticos con las que este tipo de notas informan, también desvirtúan porque despiertan miedo, pánico, repudio y hasta la creación de etiquetas negativas que se aplican al conjunto de los mexicanos en sí.

Reflejan más lo negativo que lo positivo que todavía existe, y así lo hace notar un lectora, Adriana Gomar, que dejó su comentario en la crónica de Ordaz:

“Felicidades por la crónica. Narra con detalle lo que todos los mexicanos sabemos que pasa en Ciudad Juárez, pero al reportero le faltó dedicarle por lo menos un párrafo a las ganas de la gente buena de Juárez, de quienes nada tienen que ver con el narcotráfico y trabajan en empresas, en sus negocios y salen todos los días a llevar a sus hijos a la escuela y ganan dinero limpio. Ciudad Juárez, como todo México, está en las peores condiciones por un gobierno torpe y miedoso, que contrasta con mucha gente buena”.

Los medios masivos mexicanos también hacen lo suyo, informan y transmiten. Unos a su manera, a su entender y, lo más preocupante, al ritmo de la libertad y la seguridad con las que se les permite trabajar. Sus crónicas quizá no son las mismas que se generaron al principio de esta lucha en que había “inspiración” o “materia atractiva” para desarrollar.

No son quizá como las que reportean los corresponsales internacionales, que van y viven los hechos unos días, unas semanas y dejan asentada la crueldad de lo que ven con un estilo periodístico lleno de matices reflexivos y hasta destructivos.

Los medios mexicanos -como los ciudadanos comunes- seguramente ya están cansados de ser portadores de las siempre malas noticias de su propio país, porque diariamente viven en la calle lo duro y triste de sus conciudadanos. Y eso, eso también desgasta aunque se tenga por profesión el ser periodista.

Enviado por: Margarita Morales, autora del artículo, periodísta mexicana y antigua colaboradora de La Luna sale a Tiempo.

Publicado en la dirección: www.reporterasdeguardia.com

20090202

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