jueves, 10 de septiembre de 2009

A sangre fría*


A SANGRE FRÍA


Somos una sociedad primitiva donde la ley no es ley; un taxi no es taxi; una policía no es policía; una ambulancia no es ambulancia y una clínica no es clínica.

“Estábamos en el sector de Guápulo (Quito), con el “Padre” y el viejo Javi, con ambos no me conozco más de un mes. Nos encontrábamos en el taxi del viejo Javi. Bajando por Guápulo el viejo Javi frenó a raya y dijo que le intercepte a una chica, que hoy sé era francesa, y que le suba al carro. Intercepté a dicha señorita, yo estaba armado con un revólver calibre 38, pero ella se resistió, al forcejear se me fue un tiro… (La dejamos) y en la misma bajada, subían dos chicas, les quité una maleta y a una de ellas le di una bofetada porque no quería soltar el maletín. De ahí fuimos a la Marín a un restaurante de pollos. Pagué con un billete de 20 dólares y al ver el dinero en la caja decidimos asaltar; la gente se asustó y se abalanzó, (entonces) el “Padre” empezó a disparar (matando en el acto a José Taday). Robamos 280 dólares”, declaró José Valencia a la policía.

El 12 de septiembre, en tres horas, “amigos” por un mes: Valencia, Leones (viejo Javi) y Ayoví (el “Padre”), a sangre fría dispararon a Charlotte Mazoyer, francesa de 27 años, asaltaron a dos adolescentes, y asesinaron a José Taday quiteño de 51 años por 280 dólares. Taday se opuso a ser asaltado, afortunado murió en el acto.

Mazoyer se resistió a ser violada, sería asesinada por la sociedad tres veces más.

En un último impulso aferrándose a la vida, Mazoyer llegó hasta el edificio Casa Encalada. Ante los gritos del portero, un vecino llamó a la ambulancia que llegó 30 minutos después, cuando el estándar máximo es de siete; el retraso se debió a que los servicios de emergencia ligados al 911 en Quito cuentan con apenas 12 ambulancias cuando requieren 41. La sociedad le volvió a fallar.

La ambulancia condujo a Charlotte hasta la Clínica Pichincha, donde llegó a las 20h09. Sin embargo, no fue operada hasta las 22h10. El centro médico la dejó por dos horas en una camilla, en espera de un cirujano general de turno cuando se requería un cirujano cardio toráxico. Por tercera ocasión, la sociedad le quitó el derecho a vivir. El padre de Charlotte, médico de profesión, sostiene que “según los procedimientos estándares se necesitaba una intervención quirúrgica del tórax de inmediato, a fin de identificar y parar la causa del sangrado”. La demora habría ocurrido porque la clínica exigió primero una tarjeta de crédito para atenderla y la espera de un cirujano, según versiones de quienes acompañaron a Charlotte. La clínica ha negado las dos acusaciones y está abierta a una investigación. No obstante, es una práctica común en los centros médicos privados exigir la firma de un voucher antes de la atención a los pacientes, sin distinguir entre emergencias y traumas; también es una práctica común que los médicos especialistas de turno no se encuentren en el centro y demoren en llegar, perdiendo tiempo que hace la diferencia entre la vida y la muerte. Esto porque en el país se ha concedido la categoría de hospital a centros que no cumplen con los requisitos para serlo ya que no tienen quirófanos exclusivos con sus respectivos médicos especializados para atender los casos de trauma.

Nada de estas razones ahora le sirve a Charlotte, quien se desangró por tres horas antes de morir. Ella había llegado a Quito dos años atrás, auspiciada por un programa de cooperación de su país, para estudiar las causas del deshielo del Antisana. ¡Qué ironía! Una científica altruista, que buscaba ayudar a extraños y no pudimos ser recíprocos. Somos una sociedad primitiva donde el uso de las armas es prohibido, pero la ley no es ley; un taxi que no es taxi; una policía que no es policía; una ambulancia que no es ambulancia y una clínica que no es clínica. Como país nos sentimos avergonzados.

Muchas veces hemos intentado expiar las culpas con compensaciones en metálico o promulgando leyes, pero hemos sido incapaces de no repetir los mismos errores. ¿Hasta cuándo?

* Patricia Estupiñán

Enviado por: Alexandra K. historiadora colombiana y columnista de La Luna Sale a Tiempo Asociación


20091027

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