LA ARAUCARIA
Los mapuche jamás habían visto guerreros parecidos a estos. Llegaban encaramados sobre grandes bestias que les obedecían, su piel era muy blanca, sus rostros estaban cubiertos de pelo y en las manos llevaban terribles armas que escupían fuego y mataban en el acto.
La batalla entablada con los extraños hombres había dejado sangre, dolor y muerte entre los guerreros del jefe Mallaucán. Habían luchado bravamente pero nada parecía poder detener a los extranjeros.Sin embargo, lejos de huir, los mapuche juraron que defenderían su tierra hasta la muerte del último de ellos.
Lucharon muchos días. Mallaucán y sus guerreros, diezmados, heridos y hambrientos, buscaron refugio en un cercano bosque de Araucarias, mientras los invasores aguardaban el momento preciso para el ataque final, sabiendo que el hambre y el agotamiento facilitarían la victoria. En el interior del bosque el frío era tremendo. Los niños lloraban de hambre y las mujeres de desesperación. En medio de tanto horror y no viendo salida posible, los mapuche imploraron a sus dioses que les protegieran como siempre habían hecho. Danzaron frenéticamente al ritmo de sus tamboriles y sus lamentos y suplicas desgarraban el aire helado.
Y entonces sucedió algo extraordinario. Las ramas de las Araucarias empezaron a balancearse al compás de sus cantos y tambores, las piñas que portaban se abrieron y, desde ellas, una lluvia de piñones, que reventaban nada más tocar el suelo ofrecieron, generosos, su blanco alimento.
Los indios comieron hasta que sintieron sus fuerzas renovadas y convencidos de que sus dioses estaban con ellos, volvieron a la batalla y consiguieron vencer a los invasores blancos. Cuentan que después de la victoria, en el silencio recobrado del bosque, los mapuche durmieron felices, mientras las Araucarias, felices también por haber salvado a los hijos de la Tierra, susurraban al viento su canto de libertad.
*Leyenda chilena
20100729
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